jueves, 2 de octubre de 2014

Un cuento triste no tan triste



Mamá es una persona muy optimista, capaz de encontrarle una explicación a todo. No suele criticar a nadie y siempre intenta ponerse en el lugar del otro. Cuando le explico que estoy enfadada con alguien, ella me dice que procure imaginar cómo se debe sentir la otra persona, y sus motivos para obrar como lo hizo. A veces me saca de quicio, pero, en general, después de hablar con ella sobre algo que me inquieta, me molesta o me enoja, me siento mejor. Un poeta, un gran poeta escribió uno de los poemas más duros y hermosos jamás escritos, según recuerdo dice así:
Yo voy cantando a lo largo del sendero…
La tarde cayendo está…
En el corazón tenía la espina de una pasión;
Logre arrancármela un día: ¡Ya no siento el corazón!
Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando.
Suena el viento en los álamos del rio.
La tarde más se oscurece,
Y el camino que serpea y débilmente blanquea,
Se enturbia… y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir: aguda espina dorada…
¡Quién te pudiera sentir en el corazón clavada!
No podía imaginar peor situación. Arrancarse una espina para poder sobrevivir y luego darse cuenta de que ciertamente sin la espina ya no se siente el dolor, pero tampoco se siente el corazón.
- Abuela, ¿No te sientes sola en el pueblo?
Su respuesta hizo que me preguntara si había sido correcto preguntar.
- ¿Sola? ¿Por qué me dices eso? ¿Qué sabrás tú de soledad, a tu edad?
- Pues algo sí que se, abuela. Cuando papa y mama se separaron, hubo días en que me sentí muy sola. También cuando mama tiene mucho trabajo, me siento sola… y cuando mis amigas me dejan de lado… es extraño, pero a veces me siento triste cuando veo una persona que está sola. Con frecuencia veo a gente que se pone a hablar con cualquiera que tenga al lado. Veo niños demasiado pequeños que vuelven a casa caminando despacio, sin su mama. Una vez vi a una mujer que llevaba un vestido con una cremallera en la espalda que no llegaba a cerrar hasta arriba del todo y pensé que a lo mejor no tenía a nadie que la ayudara. Creo que recordando esto se me ocurrió que a lo mejor tú también te sientes sola, allá en el pueblo.

Mira, mi amor, las cosas del corazón nunca son sencillas, Hay momentos en los que uno no sabe como seguir adelante. Después de una herida muy grande cada quien actua como puede. Ella (la abuela) se quedó en el dolor y se le endureció el corazón; yo lo escondí tanto que no pensé más en el, y durante muchos años actué como si nada hubiera sucedido.
Por eso me fuí de la casa siendo demasiado joven y seguramente por eso me casé con tu padre, quizá demasiado pronto. Me fui porque no podía ayudarla ni tenia la fuerza necesaria para quedarme y soportar el cambio de caracter tan drástico que ella sufrió. Equivocada o no, preferí huir.

¡Ay, mamá! ¿Recuerdas aquel cuento de García Marquez? se trataba del drama de un hombre desencantado de la vida que se arrojó a la calle desde el décimo piso. A medida que caía iba viendo a retazos y a través de la ventana la intimidad de sus vecinos; las pequeñas tragedias domésticas, los amores furtivos, los breves instantes de felicidad, la dicha de unos y los penares de otros, las noticias que nunca llegaban hasta la escalera común... En el instante de estrellar contra el pavimento, el hombre habia cambiado por completo su concepción del mundo y se daba cuenta de que aquella vida, la suya, que abandonaba para siempre por la puerta falsa, valia la pena de ser vivida. 
De “Un cuento triste, no tan triste”